Tatuajes, moda y actitud rockera demuestran que la música se convierte en un estilo de vida.
En medio del ruido de los buses y los gritos del comercio, que parecieran apoderarse del centro de Cúcuta, se esconden mágicos ritmos, influenciados por la amplia diversidad cultural.
Aunque al transitar por sus calles, es común oír a todo volumen, canciones de artistas vallenatos o ver a los cucuteños bailar al ritmo del reggaetón, una pequeña parte de la juventud se aferra a un ideal distinto: vivir y expresarse a través del rock, un género alternativo que, además, se ha convertido en estilo de vida.
Jóvenes, adultos, artistas, diseñadores y músicos comparten una misma causa: ser libres en una ciudad que todavía los mira con recelo, al marcar la diferencia entre gustos musicales que impone la moda, cuando de tatuajes o atuendos rockeros se trata.
Cúcuta se transforma en un escenario que refleja la estética renovada por medio de tatuajes, accesorios y particulares prendas de vestir, que unidas con la música, dan vida una particular expresión de identidad.
Entre los diferentes estilos que abarca el rock clásico o los nuevos ritmos alternativos, hay otro sonido particular que se esconde como un zumbido y que hace parte de este amplio lenguaje: el de las máquinas de tatuar.
En un estudio amplio de dos pisos, con paredes negras cubiertas de mandalas, se encuentra un lugar que demuestra que el rock trasciende de un simple sonido y se convierte en un trazo que abre la puerta a obras de arte, marcadas en la piel de los cucuteños.
Allí se encuentra Wilmer Ortiz, un hombre que tiene el cuerpo convertido en lienzo: tatuajes que se extienden por las manos, los brazos, las piernas, el cuello y hasta el cráneo.
En su piel, cada trazo cuenta una historia, incluyendo las perforaciones en su cara, nariz, lengua y orejas, que completan una estética tan intensa como coherente con su oficio.
Sí, es tatuador, pero también comunicador social: alguien que entiende el cuerpo como un medio de expresión y la música como una inspiración en medio de su labor.
“Desde niño rayaba a mis compañeros del kínder —recuerda riendo—, me regañaban, pero no sabían que lo mío era el arte”, recuerda.
Para Wilmer, cada tatuaje es una historia contada sin palabras. “Esto comunica —dice mientras señala sus brazos tatuados— es lenguaje visual, solo que mucha gente no lo entiende. Un tatuaje no define si alguien es bueno o malo. Hay quienes piensan que por estar tatuado soy un delincuente. Pero conozco gente sin un solo tatuaje que hace cosas terribles, y gente tatuada hasta la lengua que ayuda a fundaciones. El tatuaje no define la moral de nadie”, asegura.
También cree que tatuarse es un acto de libertad. “Cada diseño es una forma de decir: esto soy yo, esto me gusta, esto me marcó”. Su experiencia como comunicador lo hace ver el tatuaje desde otro ángulo.
“Todo esto es comunicación. El cuerpo también habla. El problema es que a veces lo juzgan sin escuchar lo que dice. Por supuesto que somos rebeldes, porque salimos del esquema. Creo que, a la mayoría, cuando decide tatuarse, le pasa lo mismo: siempre hay algún problema con la mamá. Nunca vas a escuchar a una madre decir ‘ay, vaya y tatúese, mijo’”, comenta entre una risa sarcástica.
El trabajo de artistas como Wilmer también demuestra cómo la estética del tatuaje se ha integrado en la cultura rockera cucuteña, siendo una muestra de identidad para quienes también llevan en la piel, los símbolos de bandas musicales, frases de canciones o imágenes que reflejan su historia personal.
Se trata de un mundo, dónde lo visual y lo sonoro se mezclan, reforzando la idea de que estas expresiones artísticas vibran con iguales acordes: los del rock cucuteño.
La maravillosa conexión entre el mundo de los tatuajes y el cuerpo humano, como un lienzo, prepara el terreno para otra manifestación estética que también vive del rock: la moda.
Al igual que los tatuajes cuentan historias en la piel, la moda lo hace a través de hombres y mujeres que lucen particulares atuendos, con los que no buscan encajar, sino expresarse.
En este grupo de personas se encuentra el diseñador cucuteño Jairo Varón, un hombre directo, sin filtros, para quien dicho género musical se mantiene más vivo que nunca.
“El rock no se muere, solo se transforma. Ahora ves reggaetoneros vestidos como rockeros. El estilo trascendió la música. El rock sigue vivo en la estética”, sostiene.
Sus palabras son fuertes pero sinceras. “Un tatuaje no te hace más rudo, ni la ropa te hace auténtico. Lo que te define es tu carácter, tu actitud”.
Para este diseñador, la moda es un acto político y personal, con diseños que buscan marcar un hito en la cultura cucuteña.
“Mis diseños buscan provocar. Si alguien ve una camisa y dice ‘me gusta, pero me incomoda’, entonces hice bien mi trabajo. El arte debe mover algo”, agrega.
Su percepción de la moda conecta con la música y los tatuajes, al entender al arte como una intensa búsqueda de autenticidad, que no se trata de “ir contra todo” sino de atreverse a hacer lo que se ama.
Sus brazos son un mapa de vivencias. Cada tatuaje presenta una etapa, una emoción, un recuerdo. “Este brazo cuenta una historia, este otro, otra”, explica mientras los señala. “Nada es copia. Todo tiene un sentido”.
Su filosofía de vida también se refleja en su ropa. No diseña para seguir tendencias, sino para romperlas. “El rock ha tenido muchas caras, en los años 80 los hombres se maquillaban, usaban licras, pelucas. Yo decía: ‘eso no me representa. Yo no soy así’. En cambio, los 90 me marcaron bandas como Nirvana, Metallica, Pantera…Los integrantes de estas bandas eran tipos reales, con carácter, rudos. Así era como yo quería verme, como un hombre de verdad”, asegura.
Y aunque su estética está inspirada en el rock y metal, Jairo no vive encerrado en un solo género. Entre risas, confiesa que también disfruta el reggaetón viejo, el clásico, el de los tiempos de Héctor ‘El Father’ o Tego Calderón.
“Ese reguetón era real, era calle, era de verdad. No como el de ahora, que es puro llanto”. Para él, la música -sea cual sea- debe tener alma, no ser una copia.
En Cúcuta, cuenta que la escena del rock es pequeña pero resistente. “Mucha gente no lo cree, pero hay bastantes rockeros y metaleros aquí. El problema es que no se hacen eventos. A la gente le gusta más otros géneros musicales como el vallenato y el reggaetón. Pero cuando hay festivales, se llena. La gente está ahí, solo que espera el momento para salir”.
Habla con entusiasmo de iniciativas locales como el American Fest, uno de los pocos eventos que le apuesta a mantener viva la cultura rockera en la ciudad.
Judas: una marca con rebelde
Pero si hay algo que define a Varón más allá de su estética, es su filosofía de vida. Con su marca llamada “Judas” busca transmitir libertad y rebeldía con causa. “Ser rebelde es atreverse a hacer lo que uno cree, aunque los demás se burlen. Es cuestionar lo que está establecido y crear algo propio”, dice.
Esa es también su recomendación para los jóvenes diseñadores: paciencia, disciplina y autenticidad.
Él no solo diseña ropa, diseña una forma de ser. En cada tatuaje y en cada palabra deja claro que la moda no es apariencia, es actitud. Y en una ciudad donde pocos se atreven a ser distintos, él eligió ser el ruido que retumba entre el rock y la moda.
En medio de su trabajo, luce una camisa negra con el logo de su marca, una representación de su particular estilo, con el que no busca encajar, ni agradar, sino dejar una huella que incomode y marque la diferencia.
En su voz hay una mezcla de calle, experiencia y poesía ruda. Habla como vive: sin filtros, con la verdad tatuada en la piel. En su historia se cruzan la moda, la música y la vida misma, unidas por la idea de ser fiel así mismo, cueste lo que cueste.
Este diseñador representa a una generación que no teme mostrarse distinta, que no busca brillar por moda sino por convicción. En su taller, entre telas negras, parches y frases inspiradoras, sigue diseñando más que ropa.
Cúcuta es una ciudad que se viste a la moda, no solo para seguir tendencias musicales, sino porque cada vez el sector industrial da nuevos pasos hacia la confección de prendas únicas.
Así lo describe el diseñador cucuteño Alex Ferré, quien durante años se ha dedicado a modelos exclusivos que exaltan la esencia cucuteña, incluyendo en ocasiones, algunos toques rockeros.
“En la actualidad estamos presenciando la evolución de la moda en Cúcuta, tenemos una de las vitrinas mejor posicionadas a nivel profesional, ya que más personas se forman en moda”, indica.
Y aunque sus diseños son elaborados, especialmente para mujeres y exaltan el poder femenino a través del romanticismo, también cuenta que por sus prendas ha pasado el estilo callejero, una fusión entre el rock y el reggaetón.
“El rock es un género que en sus inicios plasmaba cosas que no estaban establecidas. No lo incluyo muy a menudo en mi trabajo, pero soy de fusiones”, dice.
A pesar de que el rock, no se encuentre del todo en su ADN, sí ha estado presente una que otra vez, por medio de la materia prima que incluyen en sus diseños.
“En los insumos se manejan algunos elementos como cremalleras visibles, taches y botones de lujo metálicos, que hacen parte de la estructura del rock, aunque a un nivel personalizado”, sostiene.
Al preguntarle cómo percibe la moda en la región, es un fiel creyente de que la evolución va de la mano con el conocimiento y Cúcuta, al ser una ciudad fronteriza, ha vivido la globalización, cuando se trata de vestir al ritmo de tendencias.
El diseñador afirma que, en la actualidad, hay que estar a la vanguardia para hacer parte de la rebeldía, entendiendo la manera en la que jóvenes y adultos lucen nuevas prendas.
Para Ferré “no solo basta con tener una buena idea ni ver que está de moda para manejarlo”, sino utilizar un conocimiento pleno que le permita explorar nuevas maneras de vestir en la ciudad.
Pareciera un acto complejo, la tarea de diseñar prendas alternativas o tener la precisión para plasmar tatuajes perfectos inspirados en el rock. Sin embargo, existe una labor igual de ardua, pero que se convierte en la columna vertebral de todo este estilo: la composición de canciones que, al ritmo de la guitarra eléctrica y una buena voz, crean melodías que llegan al alma.
Un ejemplo de ello, es la banda “Sin Suerte Punk”, que como lo dice su nombre, crea canciones inspiradas en el punk, un ritmo derivado del rock que se caracteriza por su sonido crudo y directo.
“Cuando subo al escenario me transformo”, “en el día soy tranquilo, pero cuando empiezo a tocar me desconecto del mundo”, “este sonido me libera. No es rabia, es energía”, son algunas de las palabras de los integrantes de esta agrupación que nació en Cúcuta como una casualidad.
Su vocalista confiesa que todo empezó “por desparche” entre amigos que querían tocar para divertirse, ensayar por pasar el rato.
“Al principio era como un juego, pero después nos dimos cuenta de que la música nos ayudaba a desahogarnos, a soltar lo que cargamos”, asegura.
El punk para ellos, no es solo ruido, es un estilo, que al igual que en los años 70 sirvió en Norteamérica como medio de protesta, en la actualidad les ayuda a expresar lo que muchas veces no se puede con palabras.
Mientras afinan los instrumentos, explican que en cada presentación hay empujones, saltos y gritos, pero también respeto. “Si alguien se cae, se levanta. Nadie va con la intención de hacer daño. Es nuestra forma de sentirnos vivos”, afirman.
Esa energía, muchas veces incomprendida, también ha sido motivo de discriminación. “En Cúcuta todavía cuesta aceptar nuestra cultura. Hace poco, en un festival de música extrema, la Policía llegó antes de medianoche a cerrar el evento. Apenas iban tres bandas, faltaban varias. Y mientras tanto, en las discotecas el ruido seguía hasta las cinco de la mañana. Es una doble moral”, sostiene su vocalista.
A pesar de las desavenencias, los miembros de esta agrupación siempre recuerdan que llevan el rock en la sangre, en la piel y en el vestuario que los hace únicos por medio del punk.
EL ROCK TAMBIÉN ES
Aunque escuchar, sentir y vestirse al ritmo del rock podría definirse en un solo estilo musical, lo cierto es que existe una amplia variedad de sonidos que demuestran mayor diversidad cultural.
Además del punk, existe en Cúcuta otra agrupación que mantiene vivo al rock por medio del funk, dos términos que en su gramática podrían parecerse, pero que comparten significados distintos.
Este es el caso de la agrupación “Los Suplentes”, una banda cucuteña que le apuesta al funk latino, un ritmo que se formó en países como Brasil y México, haciendo una mezcla entre salsa, son, cumbia y otras derivaciones que le dan “sabrosura” al rock con su propio estilo.
Con una gran sonrisa, en el estudio de grabación se prepara su líder, Mario Navas, quien con espontaneidad recuerda los inicios de este novedoso ritmo en la ciudad.
“Nosotros queríamos hacer música que hiciera bailar, que contagiara alegría. No queremos vestirnos todos de negro. Hacemos música tropical, alegre, entonces también queremos vernos así, frescos, vivos. La ropa también comunica lo que somos”, dice.
La propuesta de “Los Suplentes”, como se hace en otros países latinos, rompe esquemas al mezclar cumbia, merengue y reggae con el rock.
A diferencia de muchos grupos, su rebeldía no está en la protesta, sino en la alegría. Cada toque lo planean con detalle. A veces eligen colores específicos para presentarse: rojo, blanco y negro, o tonos más vivos según el evento. “No se trata de uniformarnos, sino de estar conectados visualmente. Que se vea armonía en lo que hacemos”, aseguran sus integrantes.
Para Navas, la música no es una carrera corta, sino un camino lleno de compromiso y amor que se debe asumir con profesionalismo.
“No se trata de pegarla rápido. Se trata de hacer las cosas con amor, con disciplina. De tomarse la banda en serio, no como un hobby” dice con tono sereno.
Se trata de un lenguaje cultural que comunica identidad, rebeldía y pertenencia. En una ciudad donde las expresiones artísticas alternativas aún luchan por consolidarse, los sonidos del rock y las formas de vestir que lo acompañan se convierten en una manifestación de libertad.
A pesar de que la capital de Norte de Santander, en su idiosincrasia no se destaque a nivel nacional o internacional por su estilo rockero, este sigue siendo un puente de expresión para quienes le apuestan a los géneros alternativos, ya que sea a través de la moda, accesorios, tatuajes o con el simple hecho de interpretar estas canciones.
Desde su manera de vivirlo, jóvenes y adultos cucuteños han contribuido en la construcción de una nueva cara para la ciudad, que vibra, se viste distinto y desafía lo establecido.
Con camisetas negras que se pierden entre las multitudes, Cúcuta resiste por medio de las nuevas canciones que artistas locales escriben y la tinta indeleble que tatuadores transforman en obras de arte.
El rock es, sin duda, un género que no muere, sino que evoluciona y se convierte en un lenguaje capaz de conectar generaciones. Su moda, con sus chaquetas de cuero, pantalones desgastados, camisetas estampadas y accesorios de metal, son símbolo de rebeldía y libertad que han marcado épocas al transformar la manera en que la sociedad expresa su identidad, sus ideas y su espíritu inconformista.