Pero a pesar del entusiasmo y las ganas que le imprimen día a día por ser los mejores y dejar en alto el nombre de Norte de Santander, el baloncesto adaptado también enfrenta sus luchas, a pesar de la trayectoria y el reconocimiento alcanzado.
Uno de los principales desafíos que mencionan los jugadores, es la falta de visibilidad de los deportes adaptados, que no es un asunto solo de Norte de Santander y de Colombia, sino de Latinoamérica. Andrés David Barba, por ejemplo, destaca que muchas personas solo asocian estos deportes con los Juegos Paralímpicos, sin reconocer el esfuerzo diario de quienes los practican.
“Es necesario que las marcas nos patrocinen para generar más interés y visibilizar estos deportes”, afirma convencido de que, con más apoyo, se pueden cambiar las percepciones.
Otro reto crucial que enfrentan es la accesibilidad en los espacios deportivos. Julián Andrés Jurado, señala que la falta de rampas y baños adaptados sigue siendo un gran obstáculo en Colombia. Para él, la transformación debe ser sistemática, garantizando que todos los deportistas, independientemente de su discapacidad, tengan igualdad de oportunidades para practicar el deporte.
Robinson Gaona Bueno, por su parte, resalta la importancia de la visibilidad en los medios de comunicación. A pesar de entrenar en un coliseo bien adaptado, lamenta que el baloncesto en silla de ruedas quede opacado por los deportes convencionales. “Los medios tienen un papel esencial en dar a conocer estos eventos y atraer apoyo”, asegura.
Aun así, tiene la convicción de que la solución radica en llevar las actividades deportivas a los barrios. “Más personas con discapacidad pueden integrarse si conocen el deporte”, dice, refiriéndose a cómo la práctica accesible en espacios comunes podría abrirles las puertas a muchos.
Jhoan Sebastián Vargas Ortega, capitán del equipo, también reflexiona sobre el camino que aún queda por recorrer. Aunque reconoce que la llegada de las redes sociales ha sido un avance, critica la escasa cobertura en los medios nacionales.
“En Europa, los equipos paralímpicos van a los colegios y a las plazas públicas, lo que ayuda a que la gente conozca el deporte”, cuenta. En Colombia, en cambio, la falta de visibilidad es notoria.
A pesar de estos desafíos, los jugadores siguen adelante con la convicción de que el cambio es posible. Consideran que, con más apoyo, más visibilidad y mejor accesibilidad, el baloncesto en silla de ruedas se podría convertir en un deporte reconocido y valorado como cualquier otro.
Pero de lo que están seguros, eso sí, es de que el baloncesto en silla de ruedas no es solo un deporte, es un grito de fuerza y esperanza que resuena mucho más allá de la cancha.