Católicos, cristianos y evangélicos. Estas son las religiones con más presencia y número de fieles en Cúcuta, más conocida como La perla del Norte. Sin embargo, también es cierto que cada vez más personas buscan alternativas fuera de estas creencias tradicionales, ya sea por curiosidad, por recomendación de un amigo, en busca de una mejor salud o porque anhelan la felicidad. La demanda creciente de respuestas y el abandono de estereotipos han permitido que la cantidad de personas que explora otras opciones aumente con el paso de los años.
Entre las posibilidades que se pueden encontrar en la ciudad, claramente ajenas al cristianismo, está la santería, proveniente de la religión Yoruba, de Nigeria, con su tabaco y velas utilizadas para rituales, no necesariamente oscuros, pues quienes la practican aseguran que todo se enfoca en ayudar a las personas y no en causar daño. Para los más espirituales, está la guía y técnicas sanadoras de los Hare Krishna que aseguran tener “la medicina del futuro”, o los servicios de una vidente que, con aromaterapia y meditación, entre otras ‘fórmulas’, procura ayudar a aquellos que tienen problemas que van desde la ansiedad hasta el mal de amores.
Pero mientras algunos encuentran consuelo en rutas místicas y la medicina holística, la Iglesia llama y recomienda a sus fieles mantener la fe en los principios bíblicos, buscando en Dios y en la ciencia el equilibrio necesario para el bienestar integral. En medio de esta encrucijada, Cúcuta sigue su camino, navegando entre la fe y la búsqueda de nuevas formas de sobrellevar la vida.
Los testimonios, anécdotas, y respuestas proporcionadas por los que ofrecen esta ayuda, son un viaje a través de la espiritualidad en una ciudad cuyo ritmo no se detiene. Un recorrido que no solo abre las puertas a diferentes perspectivas y maneras de sobrellevar la pesadez de la vida, sino que también invita a emprender un camino propio en busca de la paz interior, reflexionar sobre los valores, el significado de la vida, aprender sobre las creencias de otros, y entender que lo distinto o lo que no se entiende, no significa que está mal y debe ser repudiado.
Al final, cada persona encuentra su propia forma de conectar con lo divino, ya sea a través de la fe, el autoconocimiento, o la guía por senderos desconocidos.